Con
una longitud de 12 a 16 metros en los adultos machos y de hasta 19 metros en
las hembras; y con un peso aproximado de 36.000 kilogramos, las ballenas
jorobadas o también conocidas como yubartas, escogen las aguas del pacífico
panameño para dar vida a sus ballenatos, los cuales, tienen un tamaño promedio
de 4 metros, por la cálida temperatura del mar, así como por la falta de
depredadores. Venidos
tanto desde los fríos mares de la Antártida en el sur, como desde Alaska, en el
norte, estos animales realizan largas migraciones, sobre todo, los del sur,
siendo los mamíferos que realizan la migración más larga con más de 6.000
kilómetros de recorrido hasta su destino final.
Este
es de los pocos desplazamientos que atraviesan el Ecuador de la Tierra.
Esta época de apareamiento se produce de
manera “oficial” en los meses que van de junio a octubre, aunque durante el mes
de noviembre se pueden ver a algunas de las rezagadas. La primera oleada en llegar son las ballenas jorobadas
provenientes del sur; una vez se van, llegan las del norte. Este cambio en la
migración entre las especies que llegan de ambos hemisferios se suele producir
en el mes de septiembre, momento en el que hay mayor número de estos ejemplares
en nuestras aguas.
Este gran animal es fácil de ver, pues se mantienen por
mucho tiempo en la superficie del mar. Además, son animales muy ostentosos y
enérgicos, que realizan espectaculares saltos, así como golpes de aleta caudal
y pectorales. Para cortejar a la hembra, los
machos saltan efusivamente sobre la superficie; asimismo, realizan también
cantos bajo el agua para lograr el apareamiento. Pese que a las aguas panameñas
vengan especies desde la Antártida, así como desde Alaska, la ballena jorobada
es un animal que se distribuye en comunidades a lo largo de todos los océanos y
mares del mundo, siendo capaces de recorrer hasta 25.000 kilómetros en un año.
Hay que destacar
que Panamá es un país que promueve la creación de santuarios de
ballenas y en el que el respeto por las especies marinas, y sobre todo, las que
están en peligro de extinción, es muy valorado. Además, la temporada
de avistamiento de ballenas es aprovechada para crear conciencia de las
necesidades de los cetáceos y promover la difusión de información para su
conservación.
La
ballena jorobada ha tenido una historia muy dura a lo largo de su existencia. Pese a ser uno de los seres más grandes del reino animal,
la cacería por parte del ser humano ha hecho que estos increíbles animales
hayan estado muy próximos a su extinción. Más de 100.000
ejemplares fueron asesinados para comerciar con su aceite y en la actualidad
siguen tratando de recuperarse de esta matanza.
Pese a haber estado catalogada de especie en peligro durante
mucho tiempo por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza
(UICN), las ballenas jorobadas han sido recatalogadas
en la categoría de especies en preocupación menor, debido al aumento de su
población durante los últimos años. Aunque también es cierto
que algunas poblaciones, debido a su poca densidad, conservan el estatus de
especies en peligro.
Las principales amenazas
para estos seres se producen por la pérdida del hábitat, la contaminación
química, así como sonora (evita su comunicación bajo el agua), enmallamiento en
redes de pesca y falta de alimento, por lo que debemos conservar su hábitat
encarecidamente para así favorecer a que sigan aumentando su población. Para
ello deberemos seguir las tres principales reglas para hacer un avistamiento
responsable, donde la primera es no acercarse a menos de 200 metros para no
alterar su comportamiento, tener los motores de la lancha apagados en todo
momento, y por último no perseguir al animal, bucear o nadar con ellos.
Además,
ayudará a la conservación de estos animales el no botar basura ni sustancias de
desecho al mar, dejar limpios los espacios que ocupamos y hacer un turismo que
respete el medio ambiente.